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jueves, 14 de julio de 2016

En Barcelona no es griego todo lo que reluce.


Al ser una ciudad tan cosmopolita, Barcelona te permite encontrar restaurantes griegos o supuestamente griegos y de otros países.

Para averiguar si un restaurante es griego de verdad, hay un truco que no suele fallar: pedid una ensalada griega.

Eso nos pasó a mi mujer y a mí la primera vez que quisimos pegarnos un homenaje en un Diónisos de los muchos que hay en la ciudad. Todo muy decorado a la griega y tal pero la ensalada llevaba lechuga (¡¡¡!!!).

¡Una ensalada griega no lleva lechuga! A partir de ahí, todo hay que ponerlo en duda excepto el vino y las aceitunas de Kalamata, que ya se encuentran en cualquier sitio.

Hagamos un rápido repaso de lugares visitados por un servidor. Hay más, pero salgo a catar menos de lo que me gustaría. Además, cuando uno se lleva una desilusión prefiere dejar un tiempo hasta volverlo a intentar.

El barrio de Gràcia, que lo tengo a tiro de piedra, es quizás el lugar donde un amamte de la cocina griega disfrute más... o quizás no. En  Torrent de l’Olla hay un Diónisos y casi enfrente se encuentra la Taberna Griega. Sólo he visitado el primero y es donde nos sirvieron la ensalada griega "lechugina". No destacaría nada en especial. Comida mediterránea como la nuestra.

Un día de estos iremos a la Taberna Griega y ya os contaré. Eso sí, dicha taberna vende productos griegos justo al lado. Se puede uno abastecer cómodamente si lo desea. Ambos restaurantes rompen platos los viernes por la noche con música en directo. Para el que no lo sepa, en Grecia la tradición de romper platos ya no se lleva y sólo se hace en sitios para turistas o en algún programa de la tele. Estereotipos.

A menos de dos minutos de los restaurantes abrió un Diónisos en la Plaça del Diamant. ¿Otro? En realidad es un gyrádiko. Venden gyros, bebidas y algunos productos griegos. Curiosamente, vale más la pena que el restaurante. Es decir, es un griego más auténtico que el susodicho restaurante. Se come de pie o te lo llevas a casa empaquetado, como debe ser. Le da cien vueltas a cualquier kebab. El único pero que le pongo es que sólo vende gyros. No hay ni souvlakis, ni biftekis, ni loukaniká. Ni pincho, ni hamburguesa, ni longanizas. En Grecia en el gyrádiko te lo venden todo.

Un consejo, no me sean pardillos: el gyro se pide con cebolla –el que lo prefiera-, tomate y patatas, y se adereza con un poco de sal y orégano, además de ketchup y mostaza, si se quiere. ¡Tampoco lleva lechuga! ¡Si veis que os van a poner lechuga, cortadles la mano!


En Torrent de l’Olla también encontramos el Loukoumás, que es una mezcla de bar-cafeteriía-pastelería. El dueño es griego –Petros- y los distintos loukoumás llevan nombre de barrios de Salónica.

El loukoumá se hace como se hacen aquí los churros, aunque en Grecia le dan forma redonda, no alargada. En el local, sin embargo, los loukoumás tienen forma de donut y van glaseados por encima.

Es un lugar pequeñito, sin casi mesas, pero acogedor y calentito. Sirven el mejor frappé de la ciudad. Como se hace en Grecia, sin pijaditas. Vale la pena pasarse, pedir uno con leche y azúcar, y seguir paseando con él en la mano por el barrio. 

Cometí el error de pedirme un frappé en la Plaza Real y estuve a punto de presentar una denuncia la comisaría de Vía Layetana por envenenamiento. Cualquier sucedáneo de frappé de marca conocida que te venden como si fuera la panacea es basura. 

Había otro local griego que servía dulces y empanadas junto a los cines Verdi que se llamaba Nana Iota, pero cerró. Lástima porque la spanakópita que servían quitaba el sentido... y escocía el bolsillo.

Para el que no pueda acercarse a Gracia, hay otro Loukoumás en el centro, en el barrio del Raval, por detrás del Liceo.


Conozco tres restaurantes Diónisos más, uno delante del Parque de la Ciudadela, otro en la Plaza George Orwell y el último en la calle Aribau. El mejor de los tres, sin duda, este último. Buen servicio y buen producto aunque no es griego 100%. El de la Ciudadela y el de la Plaza Orwell están excesivamente masificados y muy hechos de cara al turismo. Restaurantes en cadena, ya se sabe. Clonización.

De nuevo, si se quiera uno saciar, tendrá que recurrir al gyrádiko Dionisos que hay en la misma Plaza George Orwell. El señor Stéfanos os pondrá un gyros más que apetitoso.  

El Kalimera, restaurante griego que estaba en la calle Valencia, cerró.

Me falta algún que otro Diónisos, pero estoy un poco quemado. Creo que primero me inclinaré por el Magraner Boig de la calle Robadors en el Raval o por la Taberna Griega de Torrent de l’Olla en día de platos rotos.

Además de la tiendecita que tienen montada los de Taberna Griega en Torrent de l’Olla, hay un señor árabe que tiene un local en el mercado de Gracia que vende productos griegos. Buscadlo en el mercado del Banc Expropiat. Son productos griegos de verdad.



En la Boquería, entrando a la izquierda, hay otro local parecido en el que también venden productos griegos. Symposion, se llama. ¡No os lo recomiendo porque es carísimo! ¡Sólo para turistas desesperados! No me veréis allí. 

miércoles, 27 de abril de 2016

Las griegas y los griegos (esperpento).


Las mujeres griegas llevan botas incluso en los días más calurosos o, en su defecto, zapatos de tacón. Usan pantalones ajustados. Lo más ceñidos al cuerpo posible y a veces diría que un número más pequeño de la talla correcta.

La griega lleva falda larga en la iglesia pero corta fuera de ella. La minifalda, los leotardos gruesos oscuros y las botas forman uno de los conjuntos más vistos. En verano, la época del año menos “elegante”, enseñan sus encantos sin pudor alguno o se ponen vestidos floridos de una pieza. Se ven zapatos abiertos pero con suela de esa que las hace más altas.

La griega usará siempre gafas de sol, incluso en los días más nublados o dentro del autobús. A veces las llevarán colgadas en el pelo todo el día sin utilizarlas; un complemento como otro cualquiera. Muchas de las gafas que llevan pasan de 250 euros. Los enormes cristales cubrirán media cara.

Se ven muchas mujeres teñidas de rubio, a veces rozando el blanco, a imagen y semejanza de las tontas que salen en la televisión. Me dicen los propios griegos que se tiñen y usan tacones para llamar la atención al entrar en un bar. Un poco como cuando entra el forastero en una cantina de Tombstone: ruido de botas, silencio, miradas y una profunda calada.

Debo decir que al principio te sorprende ver a tantas rubias por la calle, pero luego te acostumbras e incluso te das cuenta de que no hay tantas. Son blancas de piel, a diferencia de las turcas o las españoles.

Las griegas se maquillan exageradamente. También las jóvenes. Se pasan. Son coquetas. Las tiendas que venden productos de belleza, perfumes o cremas suelen estar llenas. Frecuentan la peluquería e intentan vestir a la moda. Invierten mucho dinero en su aspecto físico y se cuidan mucho. El exceso de maquillaje se nota. Pero como en las presentaciones hombres y mujeres se dan la mano, no hay riesgo de quedarse pegado.

No soporto que muchas de ellas masquen chicle. Es estéticamente molesto y no casan con el tabaco. Puej. La griegas que fuman lo hacen a imitación de las actrices de cine. La niñas crecen viendo a la gente fumar y por eso acaban fumando también.

¿Son guapas o feas las griegas?

Pues hay de todo como en todas partes. La diferencia principal con otros países es que se arreglan más. La que no veas peinada, no será griega. Claro que cada vez se ven más universitarias dejadas, influencia de lo que ven en otros sitios. Luego comentaré este detalle, que en los hombres es mucho más exagerado.

En cuanto al carácter, son cotillas como las españolas pero mucho más inocentes. En esto España se lleva la palma, sin duda. Diría que el cotilleo de las griegas es más light aunque les gusta mucho. No sólo comentarán lo que hacen las pedorras de la tele, sino también el comportamiento de vecinos o amigos.

Son más creyentes que las españolas. El contraste entre las que van a la iglesia y las que no es grande. En este sentido, hay bastante hipocresía. La gente se casa y bautiza a los niños porque la sociedad lo requiere.

El griego casi nunca es puntual a sus citas. Ni siquiera si éstas tienen un carácter oficial o profesional. En realidad, muchas veces es la propia autoridad la que llega tarde, el propio negocio el que abre cuando le parece o el mismo jefe el que aparece al cabo de una hora con su café en la mano. Ante todo, mucha calma. Parece que les dé igual o no les importe el amigo o el cliente. Ver como se acumulan viejecitos en la cola del banco para cobrar sin que haya nadie en la ventanilla me pone de los nervios. Con toda la parsimonia del mundo el cajero se sentará en la silla para realizar su trabajo. En Grecia no es el cliente el que tiene la razón.

A mí me molesta enormemente la impuntualidad, sobre todo si tengo cosas que hacer después de la cita. El griego -o la griega- saluda como si no hubiera pasado nada y ya está. No entiende que el ser impuntual sea algo malo o descortés. No en vano, se sentará cuatro horas en una cafetería para conversar si es necesario. Los que tenemos costumbre de tomar rápido el café o la cerveza para luego ir a otro bar, lo llevamos claro.

A los amigos se les perdona todo, pero cuando los alumnos llegan tarde todos los días hay que actuar. De lo contrario, se te suben a las barbas. Pero cuesta hacerles entender que la seriedad de un país empieza por estas pequeñas cosas.

Leí en una guía que los griegos no son puntuales por considerar que eso es cosa de ingleses o alemanes, imagino que por no querer dar la imagen de demasiada seriedad o rigidez. A una cita se va con calma o no se va. El reloj se aparta.

La diferencia con España es que aquí se queda directamente en el bar y uno puede tomarse una caña mientras espera. O un café y leer el periódico. El tiempo pasa más deprisa. Llevo tiempo intentando exportar esta costumbre, pero no hay manera. Para empezar, si se te ocurre pedir una cerveza o dos mientras esperas, se te va el sueldo. Hay locales en los que te clavan 4 euros por una mediana. Y un café casi lo mismo. Además, no es plan de empezar a meterse cafés a destajo. Pero lo que me saca de mis casillas es que la persona que llega tarde elija el sitio adónde ir. Que haya llegado tarde no implica que no tenga poder de decisión a la hora de elegir lugar. Aunque repito, para ellos no es considerada la falta de puntualidad algo malo. Ni por asomo. Acabas acostumbrándote e incluso contagiándote, como pasa con otras cosas.

El joven griego es “europeo” en el sentido más amplio de la palabra. Viste ropa cara, lleva gafas de sol de marca, utiliza las nuevas tecnologías y más o menos está pendiente de lo que ocurre en el mundo. Personalmente considero que los estudiantes griegos son espabilados e inteligentes, lo que pasa es que se hallan en un país sin futuro y son muy conscientes de ello. Critican al sistema pero a la que pueden se meten dentro gracias a algún contacto. De charla agradable y tranquila, los griegos pueden de repente volverse de lo más exaltados.

Es curioso y contradictorio que la juventud sea tan inteligente y esté tan bien preparada cuando el sistema educativo de las escuelas sea tan malo. Se enorgullecen de contar con un sistema de enseñanza gratuita, pero pagan matrículas desorbitadas en academias privadas. Me atrevería a decir que más del 90% de los alumnos pisan centros privados de enseñanza, que son los lugares donde realmente aprenden.

Por lo general, el griego es un gran conversador. Intentará convencerte de algo razonando detalladamente sus argumentos. Los universitarios están “conectados” permanentemente y conocen el medio en el que viven. Pierden las formas al hablar de fútbol, pero por lo general son muy agradables. Las personas mayores no son una excepción. Te darán explicaciones casi sin pedirlo y se interesarán por ti si se enteran que eres extranjero.

Los griegos conocen muy bien su historia y se refieren a ella constantemente. Sus referentes son Alejandro Magno, Hércules, Aristóteles, Pericles, etcétera. No hay personajes de la historia reciente de Grecia de los que se enorgullezcan. Kolokotronis, al que metieron en la cárcel, y Pablo Melás, al que asesinaron, son otros de los héroes que tienen muy presentes. Están orgullosos de haber sido los creadores de la Democracia pero a la vez son conscientes de que se la están cargando. Hay mucho sentimiento antiturco todavía y en la prensa salen noticias sobre el país vecino constantemente.

A los varones les gusta ir bien vestidos, pero no a todos. Muchos jóvenes prefieren ponerse el chándal por eso de la comodidad que yo nunca entenderé. Lucirán barba de quince días y aparentarán ir descuidados.

Los hay a los que les encanta aparentar dejadez, como si el físico no les importase un pimiento. El pelo cuidadosamente despeinado y la pinta de andrajoso encaja dentro del recinto universitario. Las cafeterías cercanas siempre estarán llenas y se moverán al ritmo que marquen los dados, puesto que todos los griegos juegan al backgamon. También juegan a las cartas y al ajedrez. En todos los bares encontraremos juegos de mesa de todo tipo para pasar el rato de manera entretenida mientras se bebe el frappé.

Con el tiempo, me he dado cuenta de que el frappé es el café del turista, del novato o del currante que se lo lleva en la mano. El griego toma expresso frío y otras cosas, dependiendo de la hora. Cuesta acostumbrarse a beber cafés de dimensiones considerables a la una de la tarde cuando el cuerpo pide cacahuetes y cervecita.

Todos los griegos fuman. Son ágiles a la hora de liar pitillos y enlazan un tras otro hasta la hora de comer. Se sigue fumando en muchos locales cerrados, aunque las autoridades cada vez controlen más. No sal muy rentable hacerte fumador en Grecia porque el paquete de marca está carísimo. Claro que no es muy difícil conseguir tabaco de contrabando.


El griego es muy machista fuera del ambiente familiar, pero de puertas a dentro pinta más bien poco, porque es la mujer la que lleva las cuentas, cocina y manda. No os dejéis engañar por las apariencias: la sociedad griega es matriarcal. 

domingo, 3 de enero de 2016

Grecia un año y medio después.


Viajé a Grecia un año y medio después de mi regreso a España. Me lo pasé en grande y me puse hasta las cejas, porque fui de vacaciones, así que tampoco tuve la oportunidad de mezclarme mucho con la gente para ver qué se cuece. Sin embargo, por conversaciones mantenidas con familiares y alguna que otra excursión, he podido sacar las siguientes conclusiones.

El país no avanza. Siguen las mismas obras a medio hacer –el metro de Salónica ahora dicen que terminará en 2020-, las carreteras están cada vez peor –baches y falta de iluminación- y las ciudades están que dan asco de sucias.

La gente no sonríe por la calle. Sin duda, es lo más triste de todo y lo que más ha llamado mi atención. La tristeza se palpa en la cara de la gente. A pesar de haber estado allí en Navidad, que es cuando el país sale a celebrar la fiesta a la calle, no he visto la alegría de otras veces. Había bastante menos parrillas asando carne entre los coches.

La política de “seguidismo europeo” de Tsipras, que es casi la misma que la de los otros partidos años atrás, no le quitaría la presidencia si hubieran hoy nuevas elecciones. Alexis volvería a ganar a pesar de que Grecia va de mal en peor. Los votantes se han cansado de los partidos tradicionales, más preocupados en peleas tribales –primarias en Nueva Democracia- que en hacer oposición. El SYRIZA tiene problemas gordos dentro del partido y algunos diputados se han pasado al grupo mixto, pero de momento aguanta porque la oposición es nula. Eso sí, tratándose de Grecia, todo es posible.

Los emigrantes que de verdad se querían ir, ya lo hicieron. En Grecia se han quedado los jubilados, los estudiantes y los que tenían ya un buen trabajo antes de la crisis. No hay nadie en Grecia que no tenga colegas en Alemania o en otro país de Europa o Estados Unidos.

La gente ahora pasa bastante de la política. No toma en serio a los políticos porque saben que venderían a sus padres por un plato de sopa. A los griegos les ha costado entender que todo es una gran mentira. El referéndum de Tsipras y lo que pasó después les abrió los ojos. Noté cierta resignación. La gente de a pie desconfía tanto de los políticos como de los sindícalistas o de los que se manifiestan cada dos por tres. ¿Dónde se ha visto que el Gobierno apoye una huelga general? Son los mismos perros con distintos collares. Si los recortes previstos por el SYRIZA para 2016 los plantease Nueva Democracia o el PASOK, temblaría Atenas. En el fondo, Tsipras sólo cumple órdenes, como antes lo hicieron Samarás u otros. Ya nadie discute el control de capitales.

Preocupación por el futuro. Parte de la juventud no encuentra trabajo y decide emigrar. Otra intenta alargar sus años universitarios haciendo algún máster o sacándose un posgrado. Algunos aprovechan para cumplir con sus obligaciones militares.

En resumidas cuentas, Europa avanza –más en unos países que en otros- pero Grecia no. Continúa el estancamiento. La mitad de las tiendas han tenido que cerrar y muchas de las que se mantiene abiertas apenas cubren gastos. Las cafeterías y los negocios de comida rápida griega siguen siendo los más rentables del país. Es muy curioso ver lo limpias que están las cafeterías y lo sucias que están las calles. El griego cuida la propiedad privada pero menosprecia la pública. Nadie respeta lo que es de todos. Ellos confunden lo de “es de todos” con “pertenece al Estado”. Recuerdo, para los que no me lean asiduamente, que para los griegos el mayor enemigo es el Estado, porque cobra impuestos, no ofrece buenos servicios, está podrido de corrupción y no protege al ciudadano.

A veces digo que ciertas situaciones que suceden en España me recuerdan a las ya vividas en Grecia –la imposibilidad de crear Gobierno ahora mismo, sería un ejemplo-, pero el día a día de la gente no tiene nada que ver, como tampoco el respeto por las obras públicas, el transporte, la limpieza y muchas otras cosas que no hacen otra cosa que facilitarnos la convivencia. En Grecia hay gente que sigue fumando en los cafés, perros con dueño que siguen cagándose en las calles, estúpidos que siguen sin respetar los pasos cebra e imbéciles que siguen pintando las estatuas más conocidas de la ciudad. España no es ejemplo de nada, pero todas estas cosas se notan y se agradecen cuando uno viene de Grecia.

Sigo pensando que Grecia debería salir del euro. No aguanta el ritmo. Se va quedando atrás. Veremos qué sensaciones me produce el país la próxima vez que lo visite.